08 Abr, 2009
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Esto a que llaman mi estilo se asienta en la gran admiración y respeto que tengo por la lengua que se habló en Portugal en los siglos XVI y XVII. Abrimos los Sermones del Padre Antonio Vieira y comprobamos que hay en todo lo que escribió una lengua llena de sabor y de ritmo, como si eso no fuese exterior a la lengua, sino algo intrínseco.
Nosotros no sabemos como se hablaba en esa época, pero sabemos como se escribía. La lengua entonces era un flujo ininterrumpido. Admitiendo que podamos compararla a un río, sentimos que es como una gran masa de agua que se desliza con peso, con brillo, con ritmo, incluso cuando a veces su curso sea interrumpido por cataratas.
Llegan días de vacaciones, una buena ocasión para adentrarse en estas aguas, en esta lengua escrita por el Padre Vieira. No aconsejo nada a nadie, pero digo que voy a bucear en la mejor prosa y, por tanto, desapareceré estos días. ¿Alguien quiere acompañarme?
Nosotros no sabemos como se hablaba en esa época, pero sabemos como se escribía. La lengua entonces era un flujo ininterrumpido. Admitiendo que podamos compararla a un río, sentimos que es como una gran masa de agua que se desliza con peso, con brillo, con ritmo, incluso cuando a veces su curso sea interrumpido por cataratas.
Llegan días de vacaciones, una buena ocasión para adentrarse en estas aguas, en esta lengua escrita por el Padre Vieira. No aconsejo nada a nadie, pero digo que voy a bucear en la mejor prosa y, por tanto, desapareceré estos días. ¿Alguien quiere acompañarme?