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Otros Cuadernos de Saramago

Otros Cuadernos de Saramago

27 May, 2009

Música

Ayer fueron armas, hoy son notas de música. Luego avanzamos. La idea, según creo haber entendido, fue de la Fundación Calouste Gulbenkian y luego se sumaron el Ayuntamiento de Amadora y el Conservatorio Nacional. Se trataba de reunir a niños que viven en barrios degradados y enseñarles música y a tocar un instrumento. El propósito no era original, baste recordar la reciente revelación de la orquesta juvenil de Venezuela, ahora conocida en todo el mundo, pero si hubiera sido un error de partida seguir o imitar una idea mala, nociva, de alguna manera perjudicial, esta valdría su peso en oro en caso de que una idea tan rica de contenido pudiese ser pesada. Acabo de ver un video en el que se presentan unas cuantas niños, de color la mayor parte, en torno a instrumentos en que ni en sueños les habrían puesto alguna vez las manos encima, manejando arcos y llaves con una facilidad para mí asombrosa, y fue inevitable que recordara el tiempo, no mucho, en que frecuenté la Academia de Amadores de Música, donde no hice más que balbucear unos vagos solfeos y tropezar con los dedos en el teclado de un piano. (Mi futuro no estaba ahí.) E incluso cuando el futuro de todas esas criaturas no acabe siendo la música, tengo la seguridad de que nunca olvidarán las horas pasadas en la sala de ensayos y menos aún, creo, los caminos para llegar hasta ahí, cargando ellos mismos las cajas de sus instrumentos, pequeñas si son para una flauta, manejables si contienen un violín, menos cómodas si de un violoncelo se trata. La gravedad de esos rostros, también cuando la boca se les abría en sonrisas, la luz de aquellas miradas, la ponderación con que respondían a las preguntas, me confirmaron una vieja idea, la de que la felicidad es una cosa muy seria. Compenetrados, atentísimos, ensayaban unos cuantos compases de la Novena de Beethoven. Creo que los que lean estas páginas estarán de acuerdo comigo si les digo que es un buen principio de vida.