13 May, 2009
Corrupción a la inglesa
Se lee y no se cree. Dan ganas de promover urgentemente una subscripción pública capaz de reunir unas cuantas monedas para ayudar a los diputados ingleses, tanto laboristas como conservadores, a ver si llegan a fin de mes con algunas libras en el bolsillo. Apetece preguntarse: “Imperio británico, quién te ha visto y quién te ve”. Dueños de la mitad del mundo en un pasado no tan distante, ahora les falta poco para bajar a la calle y extender la mano a la caridad de los electores. No es que no tengan lo suficiente para comer. Por lo menos, a lo que se sabe, no hay noticia de que algún diputado o diputada se haya desmayado durante un discurso. La cosa todavía no ha llegado hasta ahí. Pero ¿qué podemos decir de la diputada Cheryl Gillan que pasó a la cuenta del Estado la importancia de 87 céntimos de euro por la compra de dos latas de comida para perros? ¿O del diputado David Willetts, que llamó a un trabajador para que le cambiara 25 bombillas en su casa, pagando el Estado el trabajo? ¿O Alan Duncan, que reformó el jardín a costa del contribuyente? La lista de casos es larguísima.
El escándalo en Gran Bretaña está alcanzando tales proporciones que el primer ministro Gordon Brown se ha visto obligado a pedir disculpas en nombre de la clase política del país, incluyendo los partidos, todos ellos, ante el gravísimo descrédito que está sufriendo la reputación de los políticos que abusan del dinero público para cubrir sus gastos como diputados. Realmente hay que hacer algo para poner fin a esta vergüenza, en la que no es difícil encontrar señales de farsa. A mí se me ha ocurrido una idea: contratar un nuevo Robin Hood, uno que robe a los pobres para que no les falte dinero a los representantes de la nación en sus gastos menudos, que en muchos casos de menudos no tienen nada, como en el caso de David Cameron, “leader” de los conservadores, que mandó a la cuenta del Estado 92 mil euros empleados en su segunda residencia. Créanme, la solución está a la vista. A Robin Hood no le falta experiencia y de momento todavía tiene buena reputación.
El escándalo en Gran Bretaña está alcanzando tales proporciones que el primer ministro Gordon Brown se ha visto obligado a pedir disculpas en nombre de la clase política del país, incluyendo los partidos, todos ellos, ante el gravísimo descrédito que está sufriendo la reputación de los políticos que abusan del dinero público para cubrir sus gastos como diputados. Realmente hay que hacer algo para poner fin a esta vergüenza, en la que no es difícil encontrar señales de farsa. A mí se me ha ocurrido una idea: contratar un nuevo Robin Hood, uno que robe a los pobres para que no les falte dinero a los representantes de la nación en sus gastos menudos, que en muchos casos de menudos no tienen nada, como en el caso de David Cameron, “leader” de los conservadores, que mandó a la cuenta del Estado 92 mil euros empleados en su segunda residencia. Créanme, la solución está a la vista. A Robin Hood no le falta experiencia y de momento todavía tiene buena reputación.