21 Abr, 2009
Camisola
Cuando hoy salí del hospital, fresco como una rosa, traía comigo dos satisfacciones. Una, la de haberme visto libre, finalmente, de una impertinente bronquitis que desde hace meses, con altos y bajos, parecía no querer abandonarme, aunque esta vez ha tenido que resignarse e ir en búsqueda de otro hospedero. Ojalá no lo encuentre. La segunda satisfacción era de diferente naturaleza. Sucede que en este pequeño hospital de Lanzarote, ciertamente con sorpresa de quien me lea, trabajan nada más y nada menos que 17 o 18 enfermeros procedentes de Portugal, de la zona del Miño la mayor parte. Sucede también que, antes de salir, tuve que hacer una radiografía de tórax para que quedase debidamente documentado que el paciente, como suele decirse, está bien y se recomienda. Yo llevaba puesto lo que hoy llamamos un “jersey”, luego fue un “jersey” lo que me quité y dejé sobre una silla. El enfermero, portugués de Felgueiras, debía comprobar si las placas habían resultado técnicamente satisfactorias y, para eso, tuve que pasar a un compartimento de al lado. Dijo: “Son solo dos minutos, después le doy la camisola”. Creo que me estremecí. No había oído la palabra desde hace unos treinta años, tal vez más, y aquí, en Lanzarote, a dos mil kilómetros de la patria, un joven enfermero de Felgueiras, sin imaginarlo, va y me dice que la lengua portuguesa todavía existe. Bendita bronquitis.