Saltar para: Posts [1], Pesquisa [2]

Otros Cuadernos de Saramago

Otros Cuadernos de Saramago

16 Abr, 2009

Manía de Grandeza

La cosa es seria, demasiado seria. Supe hace pocos días que Portugal tiene autopistas en exceso, nada menos que nueve, en total case setecientos kilómetros. Si pensamos en lo que cuesta la construcción de un solo kilómetro de esas suntuosas vías de comunicación rodoviaria en que el usuario goza prácticamente de todas las comodidades de la vida doméstica, es inevitable concluir que alguien se equivocó en las cuentas o con ellas nos ha engañado. Según la ley, o lo que para el caso se le asemeje, la apertura de una autovía requiere una cierta previsibilidad de tráfico para no caer en el viejo chiste de “ahí viene uno”, como sucede, por ejemplo, a la que va de Lisboa a Elvas, nostálgica de los tempos en que, con una modesta calificación de nacional, transportaba multitudes hasta la Pousada para comer el bacalao a Brás. Mutatis mutandis, con bacalao o sin él, esta es la situación de las ocho autopistas restantes.El desatino viene de lejos. Cuando informaron al rey D. João V del precio del carillón que iba a ser instalado en Mafra, no se contuvo y, con su ridícula prosapia de nouveau-riche, dijo: “Lo encuentro barato. Compren dos”. Y, no hace muchos años, cuando Portugal tuvo el encarga de organizar el campeonato europeo de futbol, que luego desgraciadamente no ganó, alguien dijo que necesitábamos construir unos cuantos estadios porque estábamos muy flojos en instalaciones deportivas. Imagino el diálogo: “Cuántos?”, preguntó el mandamás de la modalidad, “Con unos tres o cuatro deben bastar”, respondió el técnico, “¿Cómo que tres? ¿Cómo que cuatro?” se indignó el figura, “Diez, doce es lo que tiene que ser, seríamos unos buenos idiotas si no aprovechásemos los fondos europeos hasta verle el culo al saco”. También en este caso alguien se equivocó en las cuentas o con ellas nos ha engañado.Donde las cuentas parece que salen redondas es en el número de pobres en Portugal. Son dos millones, según las últimas informaciones. Es decir, una expresión más de nuestra histórica manía de grandeza…

Vino en la persona de uno de sus más dignos representantes: el ciudadano y ex-diputado Sigifredo López Tobón, liberado hace dos meses de un cautiverio que duró casi siete años, en las durísimas condiciones de la selva colombiana y del inhumano tratamiento impuesto por las FARC a los secuestrados. Sigifredo López formaba parte de un grupo de doce diputados capturados por la guerrilla colombiana, de los cuales once fueron asesinados recientemente. Sigifredo escapó por casualidad, había sido apartado por un acto de indisciplina. Este hombre tiene todas las razones para odiar al mundo y a sus verdugos, y, pese a todo, no levanta la voz para narrar sus sufrimientos personales (para él lo menos importante de todo), pero no puede dominar el temblor cuando describe las horrendas acciones de las FARC, los asesinatos, las torturas, como la de esos veintidós militares que desde hace doce años se encuentran encadenados a árboles…La sala de la Fundación César Manrique no tenía un lugar vacío, había personas de pié. Durante casi dos horas vivimos una continua emoción, intraducible en palabras. Hubo quien lloraba por el choque insoportable de las revelaciones monstruosas que nos estaban siendo hechas, y también (por lo menos ese fue mi caso) por la tristeza infinita de que somos así y de que no hay remedio ni salvación para nosotros. ¿Alguien hubiera sido capaz de imaginar que los paramilitares mataran, o sigan matando a seres humanos por el procedimiento de cortarles los miembros con una moto-sierra? [vodpod id=Groupvideo.2364412&w=425&h=350&fv=viewcount%3Dtrue%26amp%3Bautoplay%3Dfalse%26amp%3Bbrand%3Dembed%26amp%3B]Noticias sobre el encuentro:LUSAEl País, ColômbiaLa Província, Las PalmasEl Espectador
14 Abr, 2009

Bo

Congratulémonos, nuestro perro de aguas ya está en la Casa Blanca. No sé como pronunciarán allí el nombre que le han puesto, pero espero que lo hagan a la francesa, como si hubiese un acento circunflejo sobre la letra o, lo que significaría bello, ni más ni menos. A esta hora su retrato ya ha dado la vuelta al mundo, los grand danois y los galgos de Pomerania se muerden de envidia, mientras que todos los chuchos portugueses celebran el éxito con expresiones de justificado orgullo patriótico. En cualquier caso, me permito decir que tengo una seria reserva que manifestar: se necesita no conocer nada a un perro de agua para ponerle al cuello, para fotografiarlo, un collar de flores, como si fuese una bailarina hawaiana. Con sólo seis meses de edad, Bo todavía no tiene perfecta conciencia del respeto que le debe al ramo canino en que tuvo la suerte de nacer. Queriéndolo la Casa Blanca, podemos prestarle durante algún tiempo (no mucho porque nos hace falta) a nuestro Camões para que sirva de preceptor al cachorro presidencial y le enseñe las maneras por las que deberá regirse, en todas las circunstancias, un digno pero de aguas de ascendencia portuguesa. Portugal oblige.
13 Abr, 2009

L'Aquila

He leído en un reportaje sobre el terremoto en los Abbruzzos que los supervivientes, desesperados, impotentes, se preguntan por qué el destino los ha elegido a ellos y a su tierra como campo de la tremenda catástrofe. Es una pregunta que nunca tendrá respuesta, aunque invariablemente nos la hacemos cuando la infelicidad viene y llama a nuestra puerta, como si en cualquier parte del universo existiese un responsable al que pedirle cuentas por los males que nos suceden. Muchas veces no hay tiempo para nada más que ver la muerte de frente, o ni siquiera para eso, cuando una bomba revienta a diez pasos o el cayuco se deshace en pedazos con la costa ahí mismo, al alcance, o cuando la inundación arrastra casas y puentes como si de obstáculos insignificantes se tratase, o cuando el alud o el desmoronamiento de tierras sepultan a poblaciones enteras. Nos preguntamos por qué a nosotros, por qué a mí, y no hay respuesta. Jacques Brel también se preguntó: “Pourquoi moi? Pourquoi maintenant?” - y murió. Es el destino, decimos, y en él no está escrita la palabra resurrección. Es bueno saberlo porque, verdaderamente, el mundo no está para resurrecciones. Ya basta con lo que basta.
08 Abr, 2009

Leer

Esto a que llaman mi estilo se asienta en la gran admiración y respeto que tengo por la lengua que se habló en Portugal en los siglos XVI y XVII. Abrimos los Sermones del Padre Antonio Vieira y comprobamos que hay en todo lo que escribió una lengua llena de sabor y de ritmo, como si eso no fuese exterior a la lengua, sino algo intrínseco.

Nosotros no sabemos como se hablaba en esa época, pero sabemos como se escribía. La lengua entonces era un flujo ininterrumpido. Admitiendo que podamos compararla a un río, sentimos que es como una gran masa de agua que se desliza con peso, con brillo, con ritmo, incluso cuando a veces su curso sea interrumpido por cataratas.

Llegan días de vacaciones, una buena ocasión para adentrarse en estas aguas, en esta lengua escrita por el Padre Vieira. No aconsejo nada a nadie, pero digo que voy a bucear en la mejor prosa y, por tanto, desapareceré estos días. ¿Alguien quiere acompañarme?

La mentalidad antigua se formó en una gran superficie que se llamaba catedral; ahora se forma en otra gran superficie que se llama centro comercial. El centro comercial no es sólo la nueva iglesia, la nueva catedral, es también la nueva universidad. El centro comercial ocupa un espacio importante en la formación de la mentalidad humana. Se ha acabado la plaza, el jardín o la calle como espacio público y de intercambio. El centro comercial es el único espacio seguro y el que crea la nueva mentalidad. Una nueva mentalidad temerosa de ser excluida, temerosa de la expulsión del paraíso del consumo y por extensión de la catedral de las compras.
¿Y ahora qué tenemos? La crisis.
¿Será que vamos a volver a la plaza o la universidad? ¿A la filosofía?
06 Abr, 2009

El reloj

Uno de mis amigos más recientes acaba de regalarme un reloj. No una máquina cualquiera, sino un Omega. Me había prometido que revolvería cielo y tierra para conseguirlo, y ha cumplido su palabra. Se podría decir que cumplir la promesa no debe de suponer dificultades de mayor envergadura, bastaría con entrar en una relojería y elegir entre los diversos modelos, que seguramente habrá para todos los gustos clásicos y modernos, incluyendo alguno que el comprador ni imaginaba. La cosa parece fácil, pero intente el lector encontrar en una de esas relojerías un Omega fabricado en 1922, año de mi nacimiento, y cuénteme luego qué le sucedió. “Probablemente”, pensaría el empleado, “este señor está pasado de rosca”.

Mi reloj es de los de cuerda, necesita que diariamente le renueven el depósito de energía. Tiene un aspecto serio que le viene dado, creo, del material de que está hecha la caja: plata. La esfera es un ejemplo de claridad que consuela el corazón que la contempla. y el mecanismo está protegido por das tapaderas, una de ellas hermética donde ni la más ínfima partícula de polvo conseguirá penetrar. Lo malo es que el reloj comenzó a causarme problemas de conciencia desde el primer día. La primera pregunta que me hice fue ésta: “¿Dónde lo pongo?” ¿Lo condeno a la escuridad de un cajón?” Nunca, no tengo el corazón así tan duro. “Entonces ¿lo uso?” Ya tengo reloj, de pulsera, claro está, y sería ridículo andar con ambos, sin olvidar que el lugar ideal para un reloj de bolsillo es el chaleco, que ahora ya no se usa. Decidí, por tanto, tratarlo como si fuese un animalillo doméstico. Pasa sus días echado sobre una pequeña mesa que hay al lado de la que trabajo y creo que es un reloj feliz. Y, para consolidar nuestra relación, he decidido llevármelo en mis viajes. Él se lo merece. Tiene tendencia para adelantarse un poco, pero ese es el único defecto que le encuentro. Mejor eso que atrasarse.
El amigo que me lo regaló se llama José Miguel Correia Noras y vive en Santarém.

Santa María es el nombre de la escuela, por eso se supone que la santa propiamente dicha, la del cielo, no intervino en el asunto como, en principio, estaría obligada por su potestad. El nombre del lugar es Iquique, un puerto de mar entonces importante en el norte de Chile, en una región rica en salitre, esa mezcla de nitrato de sodio y nitrato de potasio directamente creada en el infierno, como con certeza pensarían los miles de hombres, tanto de Chile como de los países limítrofes, que trabajaban en su extracción. Estamos en 1907. Inevitable como el destino porque esa es la lógica soberana del capital, la indecente sobreexplotación de la fuerza de trabajo de esa pobre gente acabó alcanzando extremos insoportables. La huelga fue la respuesta natural. Desde los poblados mineros de las montañas comenzaron a bajar, primero cientos, luego miles de trabajadores que se concentraban en la escuela Santa María, en Iquique. Tras varios días en que los huelguistas intentaron, sin resultado, negociar, las autoridades gubernamentales, presionadas por los capitalistas extranjeros, decidieron poner fin de cualquier manera al conflicto. El día 21 de diciembre, más de tres mil personas, no solo mineros, también viejos, mujeres y niños, fueron criminalmente masacrados por las fuerzas militares convocadas para la represión. A Chile no le han faltado páginas negras. Esta fue una de las más trágicas, y de las más absurdas también.Décadas más tarde, el compositor chileno Luis Advis, un músico autodidacta de enorme talento, compuso y escribió la Cantata de Santa María de Iquique para el grupo Quilapayun. Presentada al público en los primeros años 70, la Cantata de Santa María es, todavía hoy, uno de los más altos exponentes de la Nueva Canción Chilena y de gran parte de América del Sur. Tengo aquí en DVD, noventa minutos guiados por ese mágico instrumento que es la flauta andina y por las magníficas voces de los integrantes del grupo. También yo aparezco. Pocos días antes de mi internamiento en el hospital, en noviembre de 2007, vinieron aquí para que grabarme una declaración. Aviso ya que no soy José Saramago, sino su fantasma. No hay otras imágenes mías de ese período tan chocantes. Casi me apetece pedirles que las eliminen, pero lo vivido, vivido está y no se debe negar. De todos modos, junto lado a los tres mil muertos, la modestia aconseja moderar las expansiones de una pena personal. Quedémonos por aquí.P.S. No es fácil encontrar en el mercado la Cantata de Santa María de Iquique. Se alguien está interesado en lo que acabo de escribir, hasta el ponto de querer compartir estos sentimientos, diríjase al productor ejecutivo Carlos Belmonte, cuja dirección electrónica es c.belmonte@accionvisual.com. Espero que me lo agradezcan.
02 Abr, 2009

G20

Ante la cumbre del G20 de hoy, sólo tres preguntas:
¿Qué?
¿Para qué?
¿Para quién?
01 Abr, 2009

Mahmud Darwish

El próximo día 9 de Agosto se cumplirá un año de la muerte de Mahmud Darwish, el gran poeta palestino. Si fuese nuestro mundo un poco más sensible e inteligente, más atento a la grandeza casi sublime de algunas de las vidas que en él se generan, su nombre seria hoy tan conocido y admirado como lo fue, en vida, por ejemplo, el de Pablo Neruda. Enraizados en la vida, en los sufrimientos y en las inmortales esperanzas del pueblo palestino, los poemas de Darwish, de una belleza formal que frecuentemente roza la transcendencia de lo inefable en una simple palabra, son como un diario donde van siendo registrados, paso a paso, lágrima a lágrima, los desastres, también las escasas, aunque siempre profundas alegrías, de un pueblo cuyo martirio, pasados sesenta años, todavía no parece que se anuncie su fin. Leer a Mahmud Darwish, además de una experiencia estética que será imposible olvidar, es hacer un doloroso recorrido por las rutas de la injusticia y de la ignominia de que la tierra palestina ha sido víctima a manos de Israel, ese verdugo de quien el escritor israelí David Grossmann, en hora de sinceridad, dijo que no conocía la compasión.

Hoy, en la biblioteca, he leído poemas de Mahmud Darwish para un documental que será presentado en Ramala en el aniversario de su muerte. Estoy invitado a estar allí, veremos si es posible que pueda hacer ese viaje, que ciertamente no sería grato para la policía israelí. Recordaría entonces, justo en el mismo lugar, el abrazo fraterno que nos dimos hace siete años, las palabras que intercambiamos y que nunca más pudimos renovar. A veces, la vida quita con una mano lo que nos había dado con la otra. Así me sucedió con Mahmud Darwish.

Pág. 2/2