30 Dic, 2008
Libro
Estay dándole vueltas a un nuevo libro. Cuando, en medio de una conversación, dejo caer la noticia, la pregunta que me hacen es inevitable (mi sobrino Olmo me la hizo anoche): ¿y cuál será el título? La solución más cómoda para mí sería responder que todavía no lo tengo, que necesito llegar al final para decidir entre las posibilidades que se me vayan presentando (suponiendo que fuera así) durante el trabajo. Cómoda, sin duda alguna, pero falsa. La verdad es que aun no había sido escrita la primera línea del libro y yo ya sabía, desde casi tres años antes (cuando la idea surgió), como se iba a llamar. Alguien podría preguntar: ¿por qué ese secreto? Porque la palabra del título (es solo una palabra) contaría, por sí misma, toda la historia. Suelo decir que quien no tenga paciencia para leer mis libros, que pase los ojos al menos por los epígrafes porque así lo sabrá todo. No sé si el libro en que estoy trabajando llevará epígrafe. Talvez no. El título bastará.