11 Oct, 2011
"Claraboya" XI
Rosalía no le dio pie, no porque estuviera harta de las teorías mil veces expuestas del marido, sino porque estaba demasiado absorta en la contemplación de su rostro, ese rostro que, visto de perfil, como ahora, parecía el de un emperador romano. La pequeña irritación de Anselmo porque no le hubiera sido dada la oportunidad de hablar fue compensada por la atención respetuosa con que se sentía observado. Consideraba a la mujer muy por debajo de él, pero saberse así adorado lo lisonjeaba, de tal modo que, de buena gana, renunciaba al placer de evidenciar con palabras esa superioridad cuando veía en los ojos de Rosalía el respeto y el temor.