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Otros Cuadernos de Saramago

Otros Cuadernos de Saramago

21 Oct, 2011

"Claraboya" XXI

La voz de Mariana era tan gorda como su dueña. Y era tan débil y bondadosa como sus ojos. Estaba lejos de pensar que hubiera dicho una gracia, pero el marido sonrió con todas las arrugas de la cara y con los pocos dientes que le restaban. Recibió los pantalones, se los puso bajo la mirada complaciente de la mujer y se quedó satisfecho ahora que el vestuario hacía su cuerpo más proporcionado y regular.
20 Oct, 2011

"Claraboya" XX

Vivía mantenida desde hacía tres años. Le conocía los tic, las idiosincrasias, los movimientos. Y, de éstos, el que más recelaba que hiciera era, aún sentado, desabotonarse al mismo tiempo, los dos botones de los tirantes. Lo hacía siempre al mismo tiempo. Lidia sabía lo que eso significaba. Ahora estaba tranquila: Paulino Moraes fumaba y, mientras el cigarro durara, los tirantes no dejarían los botones.
19 Oct, 2011

"Claraboya" XIX

Los mismos labios pueden besar de diversas maneras y Lidia las conocía todas. El beso apasionado, el beso que no es solo labios, sino también lengua y dientes, quedaba reservado para las grandes ocasiones. En los últimos días hizo largo uso de éste, viendo que Paulino se apartaba o, por lo menos, lo parecía.
18 Oct, 2011

"Claraboya" XVIII

Cuando la película acabó, siguió a una mujer. En la calle, la perdió d vista y no le importó. Se quedó parado en la acera, sonriendo ante el monumento de Restauradores. Pensó que con un simple salto se colocaría sobre la pirámide, pero no dio el salto. Estuvo más de diez minutos mirando al guardia y oyendo el pito. Lo encontraba todo divertido, veía las personas y las cosas como si las estuviera viendo por primera vez, como si hubiera recuperado la vista después de muchos años de ceguera.
17 Oct, 2011

"Claraboya" XVII

Tenía que pensar en lo que iba a hacer. Y pensar de prisa, antes de que él se despertara. Pensar antes de que fuera demasiado tarde. Pensar, ahora que el odio estaba vivo y sangraba. Cedió una vez, no quería ceder otra. Pero el recuerdo de las sensaciones comenzó a perturbarla. Nunca, hasta esa noche, había alcanzado las más altas cumbres del placer. Incluso cuando mantenía relaciones con el marido jamás experimentó aquella aguda sensación de temer la locura y desearla.
16 Oct, 2011

"Claraboya" XVI

Mañana, no sé qué seré. Tal vez desempleado. No sería la primera vez… Ignoro si sabe lo que es estar sin trabajo, sin dinero, sin casa. Yo lo sé.
15 Oct, 2011

"Claraboya" XV

Para ti soy un hombre que ves todos los días, que te da agua cuando estás enfermo y tienes sed, un hombre al que tu madre trata de tú, un hombre con quien tu madre se acuesta. Me quieres porque me ves todos los días. No me quieres por lo que soy, me quieres por lo que hago o no hago. No sabes quien soy.
14 Oct, 2011

"Claraboya" XIV

En esa mañana, muy contrariada porque llovía, Carmen salió a hacer las compras. La casa se quedó tranquila, aislada por el sosiego de los vecinos y por el rumor sosegado de la lluvia. El edificio vivía una de esas horas maravillosas de silencio y paz, como si no tuviera dentro de sí criaturas de carne y hueso, sino cosas, cosas definitivamente inanimadas.
13 Oct, 2011

"Claraboya" XIII

Caetano no miraba el retrato. No fue, por tanto, por influencia de la sonrisa de la hija por lo que él sonrió. Ni la sonrisa del retrato se parecía a la suya, La del retrato era franca y alegre y si incomodaba era solo por la fijeza. La sonrisa de Caetano era lúbrica, casi repugnante. Cuando los adultos sonríen de este modo no deberían estar presentes las sonrisas de los niños, incluso las sonrisas fotografiadas.
12 Oct, 2011

"Claraboya" XII

Ahora estaba convencida de que el marido tenía una amante, una amiga. En su opinión, todas las desavenencias conyugales estaban provocadas por la existencia de las amigas... Los hombres son como los gallos, que cuando están sobre una gallina ya han elegido la que vendrá a continuación.